Primer día de trabajo en Alemania

Nieve, laptop, abrigo, bufanda, guantes, difícil de caminar con mis zapatos elegantes e inapropiados y de traje sastere, mi primer proyecto y mi silencio en la primera junta.

Es el primer día de proyecto en Enero a principios del 2003. El lugar de encuentro es en el estacionamiento de nuestra oficina en head quarter de DaimlerChrysler en Möhringen, o Bad Möhringen, como le decían a manera de burla. 

Era un día claro y había nevado. Los botines de suela de piel que me combinaban perfectamente con mi trajecito sastre y mi abrigo largo no me ayudaban a caminar en esa pistas de patinaje que sólo me mantenía en pie con los montoncitos de nieve aquí y allá. Aún con todo lo que llevaba puesto tenía frío y caminaba aún más insegura sintiendo cómo toneladas el peso de la ropa.  E estorbaban la bufanda, los guantes, las orejeras y luchaba a cada paso para moverme con todo y la laptop en una mando y mi bolso en la otra. 

Casi llegué cansada al punto de encuentro, donde ya estaban mis otros dos colegas esperándome mientras se contaban algo junto al coche y sobre todo, observando cómodamente cómo iba matándome en el caminado hacia ellos. Ni para tomar un respiro. Me quitaron la laptop, la colocaron en la cajuela y sin más preámbulos nos subimos al coche en dirección a Sindelfingen. Espera, no recuerdo si me saludaron.

Ahí entendí por qué „Bad“-Möhringen. La planta que visitábamos no se veía como de vacaciones, en comparación. (Bad, en el nombre de un lugar, indica que es típicamente un lugar de descanso con aguas termales. Y yo creyendo que venía de algo muy malo como en inglés). A veces me movía en lugares o situaciones que no entendía. Me encontraba en el lugar donde se planean y diseñan los autos Mercedes-Benz y una de las plantas en donde se producen. Ahí empezaba mi primer proyecto.

Después de pasar por seguridad e identificarnos para entrar, caminamos un buen rato dentro de las instalaciones de esa planta enorme hasta encontrar la sala de juntas. Seguro qué hay otro tipo de oficinas, pero amo las que he visto hasta ahora, con escritorios enormes y enormes ventanas que llenan el edificio de luz. La verdad no muy distintas a las de “Bad Möhringen”

Nos recibieron cordiales y ofreciendo el aquí  muy apreciado café, el que he rechazado de igual forma todos estos años.

Y finalmente después del smalltalk, donde solía apagar mi Switch para evitar estresarme tratando de seguir una conversación aleatoria, inició la junta. 

Richtig Fr. Lima Bacuero? Como me han dicho desde el primer día de trabajo…

Entschuldigung, können Sie bitte wiederholen?

¡Dios de mi vida! Había perdido el hilo de la conversación y no había entendido casi nada, y menos la pregunta que me hizo directamente. Y al pedirle a ese señor, que por favor me repitiera la pregunta me costó toda mi energía, concentración y valentía. 

Y sí, me la contestó. Pero más rápido que la primera vez y me dejó igual. Creo que no recordar el resto de la junta es un mecanismo de defensa. Si hubiera sabido que mis colegas, que eran de Hannover, tampoco entendían a la perfección el dialecto zuavo que este personaje hablaba, no me hubiera estresado tanto. 

Así salí de la junta. Sin poder haber dicho ni pío y sintiéndome cómo si me hubieran y siguiera  tratando de ver las placas… Esa junta se me hizo eterna tratando de pescar palabras de un contexto infinito. Este iba a ser un proyecto muuuuuy laaargo. Y aunque pensaba que no me merecía la comida del medio día, sentía un hambre terrible después haber quemado hasta la última caloría con tanta concentración. 

El tiro de gracia me lo dio mi jefe durante la comida. Mientras que intentaba atragantarme todo para comer al ritmo de mis colegas, que se terminaban lo que hubiera en menos de veinte minutos. Me preguntó: ¿Por qué no hiciste ningún comentario al contenido de la junta de hoy? 

En algún bendito momento terminó la jornada con más pena que gloria y como mi jefe además era mi vecino cercano, fui feliz cuando pude bajarme de ese coche y con la cabeza reventando.  Abrí la puerta de mi lindo apartamento, sin un sólo mueble, caí rendida. 

El último pensamiento: ¡Mañana será otro día!

Ya ahora, cómo superarlo?

En el podcast con Jorge, puedes escuchar lo que a él le sirvió. Su empresa, lo apoyaba hablando congelada en Inglés en un principio. Eso puede ser una ventaja.

En mi caso, mi respuesta fue contraria.

Mi estrategia fue en un principio empaparme del idioma alemán en cuanto vi que mi inglés no me iba a alcanzar y sólo me confundía.

Yo hice la maestría en alemán y la frustración fue grande. Escribir mi trabajo final trajo algunas decepciones pero me preparó para esos días de proyecto.

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