Había una vez un ingeniero de Latinoamérica. Karla Martínez de un país al Sur de México.
Karlita tuvo la inquietud desde niña de conocer otros lugares, otra gente, su cultura y su forma de vivir. En un principio empezó „puebleando“ en su propio país. La curiosidad fue creciendo por lugares más y más lejanos y se fue intensificando cuando en esos lugares tenía contacto con gente de otros países.
Con el paso del tiempo tuvo ideas relacionadas con eso mismo. Por ej. estudiar turismo o ser piloto aviador. Y tomaba casi todas las oportunidades que se le presentaban en esa dirección.
Un buen día, se abrieron las puertas del universo para vivir en Alemania, aunque no era precisamente el país donde hubiera podido aprovechar el inglés que sabía. Empacó su vida en una maleta y emprendió el viaje.
De un momento a otro se vio en Alemania y desde el primer día en la escuela de alemán. No pudo haberlo hecho mejor. Como no había quién hablara español, no le quedó otra más aplicar enseguida lo que aprendía diariamente. Con la suerte de tener un par de contactos manejó su llegada heroicamente.
Después de tener resuelto lo esencial se antojaba hablar y compartir las experiencias chuscas y emocionantes con sus compañeros y divertirse con las de los demás. Era super gracioso comunicarse con 50 centavos de alemán, pies y manos con rusos, chinos, y demás. Un sueño descubrir juntos un nuevo lugar.
El carácter de las reuniones cambió sin que nadie se haya dado cuenta. El novio alemán de una de las chicas era aburrido, al indú la comida le era insípida, a Karla la agobiaba el frío y en ese tiempo no poder hablar a menudo con su familia. Los rusos echaban de todo a la burocracia porque no les reconocían sus estudios. Para los portugueses los alemanes eran fríos… etc., etc. Para no hacerte el cuento largo, esto se convirtió en una sala de quejas.
Karla no se atrevía más a contar sus logros y mucho menos a decir algo bueno de los alemanes que en ese círculo se habían convertido en unas bestias heladas y Alemania en un castigo. ¡Terrible! Karla empezó inconscientemente a buscar y obviamente a encontrar cosas que no le gustaban de Alemania y ahora le divertía contar también su desdicha con su grupo de conocidos. El grupo además fue creciendo y todos se contaban lo mal que les iba en la feria.
Tiempo después, cayó en cuenta de que sus contactos alemanes ya no la invitaban tanto a sus reuniones, un par de amistades que tenían algunos años viviendo en Alemania se distanciaron también. O ella era la que se había distanciado enfocándose en ese grupo cerrado de amistades al que jamás se acercaría alguien local.
A Karla el aprender alemán, que le divertía tanto como un reto, ahora le costaba más esfuerzo y energía. Así se sentía con todo lo demás. Se me olvidaba decir que además llegaron otros compañeros que hablaban español y la necesidad de aprender el idioma decreció.
Se tardó mucho tiempo en darse cuenta de lo que había pasado y retomar el rumbo hacia lo que ella quería lograr, así como recuperar algunas de las amistades y contactos valiosos que había hecho en un principio. Mismas que en algún momento se sintieron ofendidas o atacadas por alguna actitud o expresión de Karla.
¿La historia de Karla te parece conocida? ¿Puede ser que estés en una situación similar a la de ella o a la de sus compañeros?
Es muy probable que tu respuesta inmediata haya sido un SI, aunque rápidamente hayas intentado negarlo para tus adentros.
Yo también fui como Karla alguna vez y hay muchas Karlas por ahí aún en su propio país y que siguen siendo Karlas aunque se vayan al otro lado del mundo. Yo no me di cuenta de mi actitud hasta que en una de mis visitas posteriores a México y platicando o conversando con una amiga me preguntó cómo me parecía Alemania.
No recuerdo lo que le contesté pero después de haberme escuchado un buen rato con toda atención y paciencia me contestó: „Oye, pero algo bonito debe haber. ¿Qué no?
Su pregunta me fulminó y en ese momento me di cuenta de lo negativo de mi respuesta. Ella me dijo que había pasado por lo mismo y que como descubrió que las cosas bonitas no irían a tocarle la puerta decidió ir a buscarlas ahí en el país que ella escogió para vivir. „Yo tengo el clima de Veracruz pero mi sueldo lo recibo en dólares“ me dijo.
„Y si no te gusta, ¿Qué te detiene? ¡Países sobran amiga!“ Ella ya no se acuerda de nuestra conversación, pero su pregunta me ayudó a cambiar el curso de mi vida.
¿Te preguntas que si de vez en cuando me convierto otra vez en una Karlita? Aunque cuesta confesarlo, claro que sí. De vez en vez me acuerdo de Karla cuando escucho mis pensamientos. Pero entonces recuerdo lo que puedo hacer para detener a esa Karla en mí.
¿Tú también te sientes o te comportas como Karla o conoces a alguien parecido?
Recuerda que es una situación normal en tu proceso de cambio. Generalmente es una fase después de la euforia de la llegada. Puede ser una fase muy corta o muy larga dependiendo de cuánto tiempo te tardes en darte cuenta de lo que está sucediendo en ti.
Si ya te diste cuenta, el primer paso es aceptar que así es.
Observa con quién y de qué hablas. Recuerda que tus conocidos también pueden estar pasando por la misma etapa de transición que tú. Si es así, sería mejor impulsarse mutuamente en lugar de jalarse hacia el fondo de la cubeta como en la fábula de los cangrejos mexicanos. Ya decidirás para ti que habrá que hacer si tus esfuerzos por sembrar positivismo en el grupo son bombardeados con una sombra oscura de pesimismo.
Bien importante es que escuches lo que tú dices. Es el poder de la palabras al que me refiero. Cuando formulamos nuestros pensamientos con palabras, hacemos nuestros pensamientos realidad. Tú decides entonces con tus palabras la realidad que tendrás. Escoge por eso palabras y opiniones positivas, abiertas.
Claro que hay momentos en los que las cosas no nos salen bien y nos ahogamos en un vaso de agua y volverás a meter la pata, pero la práctica hace al maestro, te darás cuenta a tiempo y podrás manejar la situación sin tomar el rol de víctima.
Cuando estés en este rol, toma tu E-Book „Cómo arruinar tu estancia en Alemania“ y ríete un poco. Cuando estoy en esa fase de „mírame y no me toques“ lo leo y parece que estuviera aplicando todas las herramientas y me muero de risa, aunque sea nerviosa. Ojalá que cuando lo leas, si es que te ves reflejado por ahí, hagas consciencia y le des la espalda de volada a esa actitud que es una neblina que no te deja ver las oportunidades que hay para realizar tus metas y objetivos en Alemania.
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Un favor, si conoces a una persona muy valiosa para ti que está en esta etapa del cambio compártele este podcast.
Me encantará saber qué tan útil te ha sido este episodio. Contáctame si tienes dificultad en superar esta fase de cambio.
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Sigue acompañándome en esa entrevista y en los próximos episodios útiles para sembrar nuevas raíces en Alemania.