En algún lugar de Francia
Posted by Yamel L. Baquero on Saturday, September 01. 2018
Este fin de semana hemos salido huyendo de las presiones del trabajo. Para conseguir un lugar en el camping de Reaubouville durante las festividades, salimos el viernes con la idea de llegar y trabajar desde allí con el internet inalámbrico. Nos dieron las 6 PM hasta que logramos despegarnos del monitor. Y aún así me quedé con remordimiento de todo lo que debí haber terminado. Pero no podía más. Salimos de la sala de entretenimiento que habíamos ocupado todo el día como oficina directo a asar la carne que trajimos de la casa. Está nublado y los 15 grados que tenemos huelen a otoño. El viento corre y dos cigüeñas crotoran desde su posición en las lámparas que alumbran el campo se fútbol de junto. Justo lo que necesitamos para desconectarnos. Un cuartito de vino tinto de Navarra. A petición de Karsten añado los datos que le son importantes: 90% Tempranillo, el resto de Cabernet Sauvignon. Para ser exactos 375 ml. En zig zag fuimos a lavar los platos, nos lavamos los dientes y nos fuimos a la cama en esta bendita Van que está lista para dormir en tres patadas. Aquí queremos ver el desfile del Pfiferdaj, y después seguir hacia el Norte de España. Talvez hagamos una parada todavía en Carcassonne. Ya se verá… Esto es lo que nos regala manejar y acampar: libertad.
Ribeauville (2.9.2018)
Es mediodía y estamos decepcionados. El desfile que queremos ver no es el sábado, sino el domingo. Quiénes vienen cada año nos contaron que un día antes hay música y un desfile medievales.
Mientras recorremos la calle principal que ya conocemos, con sus casitas antiguas multicolores con geranios rojos y rosas que cuelgan de cada ventana, vemos al grupo de música. Cantan en Francés y Alemán con zapatos de piel de esos de punta muy larga y que se enrolla al final como las de los bufones. Usan instrumentos antiguos y narran situaciones típicas de la época. Además de este grupo, vimos a otro tocando gaitas. El uniforme de los hombres con faldas tableadas de lana de fondo negro y vivos verdes y rojos me gusta. Sin embargo a parte de estos dos grupos no hay más. Así que regresamos al camping a dormir para volver al desfile de la noche.
El pueblo es divino por la tarde y el desfile es pequeñito pero luce sensacional en ese escenario de casas antiguas presumiendo sus vigas de madera.Es increíble ver los carruajes de los que tiran los caballos atravesando el portón de ese antiguo muro medieval. Llevan doncellas y tragafuegos que desfilan al compás de la banda de música.
El dirigente llena la plaza de energía que contagia y salta de emoción mientras da indicaciones al grupo.
Es un desfile pequeñito pero lleno de tradición.
Al otro día es el desfile del Pfiferdaj. El tema siempre es diferente y la idea es la celebración de la música y la creatividad.
Pfiferdaj, Ribeauville (3.9.2018)
Pfifer significa músicos. Originalmente es lo que se festeja.
El desfile tiene cada año un tema diferente. Esta vez se trata de los cuentos que leíamos de niños. Lo bueno es que llegamos temprano porque muchísima gente ya tenía apartado su lugar a ambos lados de la calle. Esta vez íbamos preparados con nuestros banquitos plegables para podernos sentar de vez en cuando.
El primer „carro alegórico abrió mostrando en grande esas hojas de papel manuscritas y encuadernadas llamadas libros que contienen aquellas historias clásicas que alguna vez disfrutamos tanto.
Lo siguieron animalitos del bosque y pasaron muchos altos árboles andantes. Entre ellos bailaban y cantaban niñas con vestiditos de cuadros y de capa con capucha roja. De vez en cuando se asomaba por entre la multitud un elegante lobo. La casita rodante de la abuelita protagonizó el momento y a más tardar en ese momento nos quedó claro que se trataba del cuento de la Caperucita Roja. De repente se asomaba la abuelita por una de las ventanitas con su gorro de dormir y el lobo también aparecía en escena.
También reconocimos a la bella durmiente y a los príncipes que intentaban despertarla con un beso. Ella estaba representada por chicas abrigadas con un edredón blanco que tenían fija una almohada en la nuca. Su cabello estaba desordenado y pegado a la almohada con alfileres.
Cuando pasaron los sirvientes del príncipe buscando a quien podría quedarle el zapato que dejó una doncella me puse en primera fila. Pero el zapato no me quedó. Obviamente se trataba del cuento de la Cenicienta. Ella salió corriendo a su carruaje que tenía la forma de una calabaza.
El desfile es algo único, a pesar de que alguno que otro tipo desde el balcón justo sobre nuestras cabezas se hace el gracioso aventándole cerveza a los espectadores.
Hubiera sido estupendo tener a nuestros sobrinitos con nosotros. Nos dimos cuenta que ya no recordamos de lo que trataban todos esos lindos cuentos y quedamos con ganas de volver a leerlos y pasarlos a las siguientes generaciones para que no queden en el olvido.
La espera valió la pena y se merece repetir.
Donostia (San Sebastián 6.09.2018)
Seguimos nuestra ruta hacia el Norte de España.
Camino a Donostia, o en Castellano, San Sebastián paramos en Carcassone, en la región francesa de Occitania. Nos llevamos una sorpresa porque no contábamos con la grandeza y belleza del castillo y de su ciudad medieval.
En Biarritz. Nos tocó el atardecer a orillas de la playa. Nada más adecuado para relajarse observando a las gaviotas mientras se mete el sol. Aquí pasamos la noche y nos llevamos también este amanecer.
Sonreí cuando Karsten, mi esposo, dijo que se alegraba de poder practicar otra vez su Español mientras continuábamos nuestro viaje hacia España. En Euzkadi, el País Vasco, no se habla mucho Castellano. El Euskara no tiene nada que ver con los lenguajes que conocemos. Yo tenía mucha curiosidad de saber cómo suena y en general de conocer la región desde hace varios años.
En este día, en el campamento, conocimos a Uwe y a Sabine. Ellos son una pareja que lleva ya viajando varios meses y han pasado ya por África, primero en motocicleta y ahora con un Jeep. Entramos en contacto con ellos porque al entrar al camping nos impresionó la tienda de campaña en la que duermen. Está instalada sobre el capacete del Jeep y suben a dormir con una escalera de aluminio del lado derecho del auto.
En la cajuela llevan organizado todo lo mínimo necesario para trasladarse de un lugar a otro con el siguiente lema: seguir al cielo azul. Ambos nos han inspirado en muchos sentidos y nos hace mucha ilusión escuchar todo lo que seguramente tendrán que contar cuando terminen su largo viaje por el mundo y vuelvan a casa a Alemania.
Uwe, Sabine: ¡Les deseamos un viaje seguro y todo el cielo azul del mundo! Ojalá volvamos a vernos.
Aquí se puede seguir su trayectoria:
www.followthebluesky.de
Volviendo al País Vasco, he aprendido un par de palabras sólo porque me han hecho gracia por el contexto cultural: kuleroa: calzón.
En fin, el País Vasco se siente diferente. San Sebastián nos ha llovido todo el tiempo. Armados con poncho, paraguas, botas de plástico y una cámara caminamos bajo la lluvia.
La parte vieja conserva edificios de piedra arenisca (Sandstein) de color miel. Muchas de las piedras en los muros se ven deslavadas o enmohecidas por la constante humedad. Esa es una de las razones por la que no habíamos visitado San Sebastián antes. El clima puede cambiar de un momento a otro y cuando se añora el sol, como en mi caso, pues el sur ofrece normalmente mejor perspectiva.
Pero las deliciosas tapas que nos recomendó mi amiga en el centro nos hacen olvidar la lluvia y la limpieza de la cocina nos hace pedir otra ración de “patatas bravas”.
¡Eskerrik asko! (7.09.18)
Hemos decidido dejar de esperar el sol y visitar estos dos pueblos pescadores en Pasaia Donibane y San Pedro.
Donibane nos ha recibido con mucho viento pero con sus fachadas de colores y sus casas puente a las largo de los callejones.
Estos callejones y el llanto de las nubes tienen un encanto que me recuerda a Cuetzalan. En vez de aroma a café, se tiene vista al mar. El “paseo de puntas” te lleva hasta el final de la Caleta para ver el acantilado en mar abierto. Ahí han tenido la magnífica idea de construir una piscina natural.
Con una escalera de aluminio se puede bajar a nadar y puedes quitarte al salir el agua salada con 3 duchas de agua fresca que baja de la montaña.
Hacia San Pedro hay que atravesar hacia el otro lado de la caleta con el botecito. Desde este lado se aprecian los barcos atuneros y las fachadas de Donibane. Las calles vacías y mojadas reflejan el cielo como un espejo creando un ambiente un tanto nostálgico.
El viento y la lluvia nos dan hambre. En el pequeño local nos sentaron a la mesa junto a otra pareja mucho mayor. No sé qué hubiéramos hecho sin ellos. Nos explicaron pacientes el significado de los platillos en Euskara, nos mostraron cómo servir la sidra y nos han contado lo feo que les parece Bilbao pero de una forma muy simpática. Hemos triplicado el volumen de nuestras voces a medida que se ha desarrollado la plática. Los tenemos en un punto, en que pronto desean volver a visitar México.
La comida estuvo deliciosa. Probamos el Txixaro y la sopa de pescado que no recuerdo ya cómo se llama en Vasco.
Y pues nada, eskerrik asko, que significa gracias, por la ayuda y la conversación a esta pareja tan linda.